miércoles, 9 de diciembre de 2009

Introducción.



El Protocolo de Kioto sobre el cambio climático[1] es un acuerdo internacional que tiene por objetivo reducir las emisiones de seis gases que causan el calentamiento global: dióxido de carbono (CO2), gas metano (CH4) y óxido nitroso (N2O), además de tres gases industriales fluorados: Hidrofluorocarbonos (HFC), Perfluorocarbonos (PFC) y Hexafluoruro de azufre (SF6), en un porcentaje aproximado de al menos un 5%, dentro del periodo que va desde el año 2008 al 2012, en comparación a las emisiones al año 1990. Por ejemplo, si la contaminación de estos gases en el año 1990 alcanzaba el 100%, al término del año 2012 deberá ser al menos del 95%. Es preciso señalar que esto no significa que cada país deba reducir sus emisiones de gases regulados en un 5% como mínimo, sino que este es un porcentaje a nivel global y, por el contrario, cada país obligado por Kioto tiene sus propios porcentajes de emisión que debe disminuir.

Este instrumento se encuentra dentro del marco de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), suscrita en 1992 dentro de lo que se conoció como la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro. El protocolo vino a dar fuerza vinculante a lo que en ese entonces no pudo hacer la CMNUCC.

Se estableció que el compromiso sería de obligatorio cumplimiento cuando lo ratificasen los países industrializados responsables de, al menos, un 55% de las emisiones de CO2. Con la ratificación de Rusia en noviembre de 2004, después de conseguir que la UE pague la reconversión industrial, así como la modernización de sus instalaciones, en especial las petroleras, el protocolo ha entrado en vigor.

Además del cumplimiento que estos países han hecho en cuanto a la emisión de gases de efecto invernadero se promovió también la generación de un desarrollo sostenible, de tal forma que se utilice también energías no convencionales y así disminuya el calentamiento global.

Respecto de los países en desarrollo, el Protocolo no exige a bajar sus emisiones, aunque sí deben dar señas de un cambio en sus industrias.

El gobierno de Estados Unidos firmó el acuerdo pero no lo ratificó (ni Bill Clinton, ni George W. Bush), por lo que su adhesión sólo fue simbólica hasta el año 2001 en el cual el gobierno de Bush se retiró del protocolo, según su declaración, no porque no compartiese su idea de fondo de reducir las emisiones, sino porque considera que la aplicación del Protocolo es ineficiente (Estados Unidos, con apenas el 4% de la población mundial, consume alrededor del 25% de la energía fósil y es el mayor emisor de gases contaminantes del mundo[5] ) e injusta al involucrar sólo a los países industrializados y excluir de las restricciones a algunos de los mayores emisores de gases en vías de desarrollo (China e India en particular), lo cual considera que perjudicaría gravemente la economía estadounidense.

Aqui se muestra una gráfica sobre las emisiones per cápita de algunos paises involucrados en el protocolo en el año 1990.

La Unión Europea y España en el Protocolo de Kioto


La Unión Europea, como agente especialmente activo en la concreción del Protocolo, se comprometió a reducir sus emisiones totales medias durante el periodo 2008-2012 en un 8% respecto de las de 1990. No obstante, a cada país se le otorgó un margen distinto en función de diversas variables económicas y medioambientales según el principio de «reparto de la carga», de manera que dicho reparto se acordó de la siguiente manera Unión Europea: Alemania (-21%), Austria (-13%), Bélgica (-7,5%), Dinamarca (-21%), Italia (-6,5%), Luxemburgo (-28%), Países Bajos (-6%), Reino Unido (-12,5%), Finlandia (-2,6%), Francia (-1,9%), España (+15%), Grecia (+25%), Irlanda (+13%), Portugal (+27%) y Suecia (+4%).

Por su parte, España -que, como vemos, se comprometió a aumentar sus emisiones un máximo del 15% en relación al año base- se ha convertido en el país miembro que menos posibilidades tiene de cumplir lo pactado. En concreto, el incremento de sus emisiones en relación a 1990 durante los últimos años ha sido como sigue: 1996: 7%; 1997: 15%; 1998: 18%; 1999: 28%; 2000: 33%; 2001: 33%; 2002: 39%; 2003: 41%; 2004: 47%; 2005: 52%; 2006: 49%; 2007: 52%; 2008: 42,7%.Esta información puede consultarse en el Inventario Español de Gases de Efecto Invernadero que incluye el envío oficial a la Comisión Europea y al Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

El problema que supone para España esta distribución de compromisos de umbrales de emisiones es que implica techos económicos diferentes para cada país de la Unión Europea. España, desde 1990, obtuvo un crecimiento económico espectacular, traduciéndose éste último en un aumento del transporte y el consumo energético de las familias y la industria. Esta explicación de los techos económicos diferentes se complementa con el hecho de que el consumo energético es directamente proporcional al desarrollo económico y el nivel de emisiones de CO2 es proporcional al consumo energético. Por ello, dentro de un mercado libre y competitivo en la Unión Europea, España está en desigualdad de condiciones con respecto al resto de países. Además, España, bastante alejada de sus compromisos, es el segundo país mundial en producción de energía eólica y el país referencia en % de energía renovable sobre la total consumida. El objetivo de España debe ser el de seguir este camino de aumento de renovables, aumentar la eficiencia y razonabilidad de los consumos y exigir la igualdad en limites de cantidades de CO2 por habitante y año con los demás países de la Unión Europea. Quizás también aumentar la generación de energía nuclear, siempre barata aunque con el problema de los residuos nucleares, en los términos en los que se limitan las energías renovables. Estas limitaciones, concretamente para el caso de la energía eólica, radican en su irregularidad generadora, las inestabilidades que producen en la Red Eléctrica Española, y su incapacidad para regular la carga generada. Recordemos que la generación de la energía volcada a la red debe ser igual a la que se consume en cada momento. Ya que esta segunda oscila constantemente, la energía generada debe adaptarse mediante la regulación y la planificación horaria.+

En la siguiente tabla, se puede observar cuales son los objetivos y metas para la reducción (o aumento) de emisiones para los países de la Unión europea, con el fin de conseguir esa reducción global del 8%.



El Protocolo de Kioto establece para nuestro país que el promedio de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en el periodo 2008-2012 no supere en más de un 15% las registradas en el denominado "año base", 1990 (ese año emitimos 289,8 millones de toneladas de CO2 equivalente). Pues bien, el año pasado España emitió 413,5 millones, un 42,7% más de lo debido. Cada español envió a la atmósfera nueve toneladas de CO2e el año pasado.

Aqui vemos la Evolución de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero en España hasta el año 2008.

El informe "Evolución de las emisiones de gases de efecto invernadero en España (1990-2008)", publicado el 21 de mayo, no puede ser más explícito: "España sigue siendo el país industrializado donde más han aumentado las emisiones y sigue necesitando un importante esfuerzo para cumplir el Protocolo de Kioto". Elaborado por el secretario de Medio Ambiente de Comisiones Obreras, Llorenç Serrano i Giménez, y el director de la edición española de la revista World Watch, José Santamarta, este informe-balance retrata cada año la situación del CO2 en España y el lugar que ocupa el país en su particular hoja de ruta hacia Kioto.

El informe, que consta de 43 páginas, señala algunos datos, sin embargo, no tan negativos, pues si bien es cierto que España ha emitido en 2008 más de 413 millones de toneladas de CO2 equivalente (MtCO2e), en 2007 emitió bastante más, concretamente 441 MtCO2e. En términos relativos, ese descenso (de 441 a 413) es el mayor jamás registrado desde 1990 (-6,5%). Esa "mejora" puede imputarse en buena parte –dicen los autores– a la crisis económica, que se ha traducido en ese año en una moderación importante en el consumo de electricidad y en el uso del vehículo privado y transporte de mercancías.

Sea como fuere, y más allá de la coyuntura económica, también es cierto que, según Santamarta y Serrano, "se han dado cambios en la estructura de nuestro mix de generación eléctrica que asimismo explican esa reducción de emisiones". Por eso, señalan los autores del informe, aunque la producción de electricidad aumentó en 2008 en España hasta un 0,9%, el sector de generación eléctrica ha reducido sus emisiones en 20 millones de toneladas de CO2 (o sea, que producimos más electricidad a la par que contaminamos menos).

España generó (y exportó) más electricidad y consumió menos
El aumento del precio del carbón de importación es uno de los motivos de esa reducción de las emisiones (el consumo de carbón cayó un 31% por lo que, de las centrales térmicas que queman ese mineral salieron este año muchos menos kilovatios). Al petróleo le pasó lo mismo, y por eso su consumo también ha descendido en 2008: un 3,8%. De entre los combustibles fósiles, solo el gas natural creció (su consumo): un 9,6%. Además, España generó más electricidad limpia a partir de fuentes renovables en 2008, concretamente un 8,7% más que en el año anterior. Y una nota al margen: el año pasado el país exportó más electricidad que la que importó.

Así las cosas, el consumo de energía primaria, apuntan Santamarta y Serrano, disminuyó en 2008 un 3,3%. Según los autores, "en el sector del transporte se advierte una correlación del descenso de emisiones en los meses de mayor precio del petróleo y una posterior aceleración del descenso en el último trimestre, cuando empieza a manifestarse con fuerza la crisis". ¿Conclusión? La locura de los precios (el barril llegó a estar en algunos momentos a 150 dólares) y la crisis a partir del último trimestre de 2008 han tirado a la baja del consumo y por eso han descendido las emisiones. Por ello, apuntan los autores, "como primera reflexión, cabe señalar que el patrón meritorio es el del año 2006, año en el que se redujeron las emisiones en un 1,8% mientras sin embargo el PIB crecía un 3,9%".

El consumo de energía primaria en España ha pasado de 91,8 Mtep (millones de toneladas equivalentes de petróleo) en 1990 a 142 Mtep en el año 2008 (un 54,7% de aumento). En 2008 la dependencia energética alcanzó casi el 80%, a pesar de que en la producción nacional se incluye la energía nuclear, una mentira contable y fácilmente desmontable: el propio Foro Nuclear –la patronal atómica nacional– reconoce públicamente que España importa el cien por cien del uranio que emplean como combustible sus siete centrales nucleares. Tengamos en cuenta o no esa verdad incómoda de la atómica, el grado de dependencia energética fue del 66% en 1990, y de un 80% en 2008.

CO2 con denominación de origen, según el informe "Evolución..."
El sector energético es el mayor responsable del conjunto de las emisiones, pues en 2008 representó el 78% del total. Las mayores emisiones se deben a la generación de electricidad y al transporte por carretera. El resto corresponde a las diez refinerías de petróleo, consumos energéticos de la industria, transporte aéreo interior (no incluye el transporte aéreo con otros países), usos residenciales (5,9%, sobre todo calefacción y agua caliente sanitaria) y servicios (2,9%).

En el transporte por carretera las emisiones "están desbocadas", según los autores. Y es que, aunque en 2008 se han reducido un 4,18% "por las razones que se han señalado anteriormente", los malos humos del transporte han crecido un 88% entre 1990 y 2008 y suponen ya el 23,4% del total (el sector eléctrico emitió en 2008 el 21,7% de los gases de efecto invernadero).

Los procesos industriales distintos a la combustión, como la producción de cemento, industria química y metalúrgica, representaron en 2008 el 7,9%. Los disolventes y otros productos sólo representan el 0,3% del total, y han aumentado un 9% respecto al año base. La agricultura y la ganadería representan el 10,8% del total de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) equivalente, con un aumento del 15% respecto al año base, muy inferior al de los otros sectores emisores. Los residuos representan el 3% del total de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) equivalente, con un aumento del 75% respecto al año base. Las emisiones de metano son las más importantes.

¿Soluciones?
Medidas de fiscalidad energética, mantenimiento de las primas destinadas a la cogeneración y a las energías renovables, mejora del acceso a la red eléctrica, eliminación de las trabas administrativas abusivas e impulso a la I+D+i de tecnologías emergentes como la geotérmica o la mareomotriz. Según Santamarta y Serrano, "las energías renovables necesitan un marco legal básico que sea estable y que no esté sujeto a tantos cambios e incertidumbres en su sistema retributivo y en las condiciones técnicas y normativas en que se desenvuelve este sector".

En materia de ahorro, los autores proponen "una norma básica para limitar el despilfarro energético fundamentalmente en los sectores difusos que es donde más está aumentando el consumo y asimismo medidas de impulso para las empresas de servicios energéticos que ayuden a evaluar, diseñar y financiar planes y medidas de ahorro y eficiencia para las empresas de todos los sectores".

En materia de edificación, Santamarta y Serrano solicitan el cumplimiento estricto del Código Técnico de la Edificación (CTE), el Reglamento de Instalaciones Térmicas de Edificios (RITE) y la normativa sobre certificación energética y un gran plan de rehabilitación y modernización de edificios con criterios de eficiencia energética, que incluya no sólo viviendas, sino también edificios industriales, de servicios y de las administraciones públicas.

En cuanto al transporte, "reclamamos desde hace tiempo una ley de movilidad sostenible que debería contener directrices nacionales de movilidad que condicionen la planificación urbanística y sectorial, la obligación de poner en marcha planes directores autonómicos de movilidad, planes de movilidad urbana o de ámbito comarcal o de área metropolitana y planes de transporte en empresas y en polígonos industriales".

España, la crisis y el cumplimiento del protocolo.

En 1929, las emisiones de dióxido de carbono (CO2) se desplomaron durante cuatro añllos y tardaron cuatro más en recuperar el nivel anterior al crash del 29, según un estudio del banco HSBC. Algo parecido está ocurriendo actualmente.

España, además, reunió el año pasado las condiciones ideales para reducir la emisión de gases, como un alto precio del petróleo y del carbón durante buena parte del año. La tonelada de CO

2 alcanzó en verano los 26 euros (ahora ronda los nueve). Esto hizo que producir electricidad sucia fuese caro. "Ha habido grandes centrales térmicas de carbón, como la de Compostilla, en León, paradas buena parte del año", explica José Santamarta, ex asesor de la ministra Narbona en la materia y referencia en el cálculo de emisiones. La producción de electricidad ocn carbón cayó un 35,58%.

Además, las nucleares funcionaron mejor (produjeron un 7% más) y la instalación masiva de molinos de viento permitió que la electricidad renovable aumentara un 18,7% respecto al año anterior. El resultado es que el sector eléctrico, que es responsable de un 25% de las emisiones, recortó un 16,6% sus gases de efecto invernadero, según WWF España.

La apuesta por las renovables, que suponen una inversión pública de 3.800 millones en primas (80 euros por habitante al año) comienza a ser más que testimonial y explica por qué Obama y la Administración de George W. Bush pusieron a España como ejemplo.

Como explica Heikki Mesa, responsable de cambio climático de WWF España: "Ha sido todo perfecto para ayudar al clima. Se juntaron todos los factores: lluvia, más molinos, alto precio del petróleo y de la tonelada de CO2 el primer semestre...". Mesa explica que sólo el recorte en el sector eléctrico y la reducción del consumo de petróleo "ya supondrá una bajada de más de 20 millones de toneladas de CO2, un recorte de entre el 5% y el 6% de emisiones". Los datos oficiales tardan aún más de un año, ya que hay que recopilar la contaminación de miles de instalaciones y de sectores dispersos como la agricultura.

A esto hay que sumar otro recorte debido a la menor actividad industrial. La producción industrial cayó en diciembre un 19,6% respecto al mismo mes del año anterior. La producción de clínker -precursor del cemento y el producto relevante en el consumo de energía- bajó un 15,4% el año pasado.

El parón de las fábricas se demuestra también porque han acudido masivamente a la venta de derechos de CO2. Con este mecanismo han ingresado más de 400 millones de euros por unos permisos que recibieron gratis del Gobierno. "Sobró asignación. Por eso bajó el precio del CO2 y es posible que aún caiga más", señala Ismael Romeo, director general de Sendeco2, la bolsa española de derechos de CO2.

La reducción total de emisiones puede rondar el 7%, según fuentes próximas al Ministerio de Medio Ambiente, que advierten de que la cifra definitiva aún puede cambiar. Las fuentes consultadas no dudan de que ha habido una rebaja significativa, probablemente la mayor desde 1990, pero alertan de la dificultad de precisar una cifra.

Este 7% supondría alrededor de 10 puntos menos respecto al nivel de 1990, el año de referencia del protocolo de Kioto. Así que España, que en 2007 emitía un 52% más que en 1990, podría acercarse al plan del Gobierno de terminar el periodo de cumplimiento del protocolo (2008-2012) emitiendo un 37% más que en 1990. El dióxido de carbono se acumula en la atmósfera y retiene parte del calor que emite la Tierra. El nivel de CO2

en la atmósfera es el mayor en más de 650.000 años.

Las cifras tienen implicación política. Aunque una parte de la reducción es achacable a la crisis -y ningún político se puede apuntar ese tanto- el equipo de la ministra Elena Espinosa sí podrá intentar rentabilizar la cifra. Así lo hizo el Ejecutivo cuando en 2006 las emisiones bajaron un 1,7%, principalmente debido al aumento de las lluvias.

La situación es común a todo el mundo. Según WWF, en 2008 se redujeron por primera vez desde 1983 las emisiones del consumo de petróleo y gas (un 3,1%). Mesa señala que "2008 ha supuesto un cambio brutal, un cambio de inflexión también en el mundo". En 2009, la rebaja será previsiblemente aún mayor.